LEYENDAS

LEYENDAS



LA LEYENDA DE LOS DRAGOS GEMELOS DE BREÑA ALTA





 
 

Cuenta la leyenda que una bonita y joven mujer de cautivadora y dulce mirada encantó a dos hermanos gemelos en el municipio palmero de Breña Alta, por entonces Cantón de Tedote.  Ambos se enamoraron perdidamente de ella y llegó el triste día en el que había que dirimir en batalla cuál de los dos jóvenes sería el que poseyera a la atractiva doncella.

 
La leyenda cuenta que la lucha fue dura y cruel. Los jóvenes hermanos y gemelos se batían con valentía. En las venas les ardía la sangre y les cegaba la mente y el destino, pero la fatalidad quiso que no hubiera vencedor sino que los dos murieran en la lucha por el amor a una mujer.
 
 La doncella, al enterarse de la triste desventura, se consideró causante del fallecimiento de sus dos pretendientes y juró que jamás sería de nadie, sino del recuerdo de los dos hermanos. Apenada y desconsolada quiso que la imagen de los dos jóvenes fuera superior a su propia existencia. Se trasladó por las agrestes laderas de la Cumbre recubiertas de hojas, árboles y arbustos de la mítica y húmeda laurisilva, al poniente de La Palma, en busca de dos gajos de dragos para luego, cariñosamente, sembrarlos paralelos y próximos en el mismo lugar donde los dos hermanos habían regado su sangre, para cada día regarlos con su cántaro, ya que sentía el mismo amor y compasión por ambos. De esta forma, según el relato, se cumplieron los deseos de inmortalidad de un recuerdo y, sobre todo, de un amor.
 
Con el tiempo y lentamente los dragos, uno por cada hermano, fueron creciendo entrelazando fuertemente sus ramas. En la actualidad, ya no se sabe cuál es uno y cuál es el otro, permanecen altaneros y abrazados en la larga longevidad de esta especie de árbol, como si quisieran ser el símbolo de un destino común por amor a una bella mujer.
 





         

EL ALMA DE TACANDE:

Esta leyenda tiene fecha. Se sitúa el 30 de enero de 1628, en una pequeña casa de El Paso, allí donde cuentan que un alma en pena quedó atrapada entre sus paredes. Se presentaba en esta vivienda para arrullar a un niño, y la cuna, aseguran, se movía sola. Se escuchaban dulces cantos y voces, y los desconsolados lloros de un niño recién nacido. Otras noches se escuchaban tambores y castañuelas. Un día el alma habló, todo según la leyenda, y dijo ser "Ana González", descubriéndose en aquel momento que era familia de los moradores de aquella casa. Había muerto de parto, dejando a un recién nacido, al que le pusieron el nombre de Salvador. Ella pidió que lo trajeran y le dijo en voz alta: "Hijo, pedazo de mi corazón, chiquito y por criar". Le suplicaron calmarse y, con ello, sosegó su llanto.


      XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX



 LA PRINCESA GUAYANFANTA
Si especiales características y nobles virtudes adornaron a los varones de la raza aborigen canaria, no podemos decir menos de sus mujeres, algunas de las cuales, como ha acontecido siempre, ejercieron un influjo notable en los avatares de la Conquista, retrasando unas veces y acelerando otras el curso de la misma. Siempre ha sido la mujer el primer móvil en la vida del hombre, y no podía en este caso constituir una excepción de la regla, la presencia de la mujer aborigen en la epopeya canaria.
El hombre aborigen de las islas canrias era por naturaleza noble y pacífico pero cuando la nobleza dió paso a la astucia o al ardid y su pacífica forma de ser diera paso a la cólera o a la violencia, casi siempre fué debido a una reivindicación de tipo moral o de honor, al sentirse defraudado, y no a un movimiento hostil o de incompatibilidad con los invasores. Vasíos de maldad, acostubrados al cotidiano vivir común y fraterno, hospitlarios por encima de todo, de buenos sentimientos, acogieron al extraño como a hermano y sólo cuando vieron que trataban de someterles a una servidumbre, que les cercenaba sus posesiones y libertades, reaccionaron con violencia.
Las mujeres, ¿ qué hacían en caso de guerra?. En estos casos los más ancianos hombres o mujeres, inútiles para la guerra, los niños, las mujeres embarazadas y los enfermos, así como aquellos que hubieren sido destinados para la custodia y mantenimiento, se retiraban a los más recónditos parajes, en donde había de permanecer hasta el final de la lucha. El resto de la gente, útil para el combate, iba toda en tropel al campo de batalla, y las mujeres tomaban parte en la misma con la eficacia de veteranos soldados. Solamente no intervenian éstas cuando el litigio se dirimía mediante combate concertado entre campeones de uno y otro bando. Las mujeres tenían prohibído participaran en estos actos.
 Es probable que la fortaleza de la mujer canaria dependiera además de las cualidades físicas de su raza, de la vida al aire libre en parajes regalados con tan buen clima, y en otros casos influía también lo accidentado del terreno que las obligaba a realizar grandes esfuerzos físicos, cuyo ejercicico contribuía a un deportivo desarrollo.
Aparte de sus ocupaciones habituales, de labores en la casa o en el clan, y de otros menesteres propios de las mujeres, participaban también en la tarea de adiestrar a sus pequeñuelos, junto con sus propios maridos o bien cuando éstos se hallaban ausentes por algún motivo.
Tomaban parte en las faenas de la pesca, pues eran unas excelentes nadadoras. También intervenían en las labores agrícolas, allí donde esta actividad se desarrollava, dejando a los hombres la tarea de sembrar, encargándose ellas del cuidado de las sementeras y de la recolección de los fruos, así como de las raíces y productos necesarios para fabricar los sines con que despues adornarían sus vestidos y pertenencias.
Pero aquí lo que nos interesa es efocar esa personalidad combatiente y aguerida de la mujer canaria, por ello aquí les cuento la historia de la pirncesa Guayanfanta…
Guayanfanta era hermana del cacique Mayantigo, señor de Aridane ( Isla de La Palma). Era esta princesa una mujer hermosa. Alta, fuerte, bien proporcionada. Su bronceada tez, curtida por mil soles y vientos, contrastaba con unos ojos claros, de dulce pero firme mirada. Una negrísima cabellera suave y brillane se desparramaba por encima de sus hombros, con la majestuosidad de un manto real. Era, en efecto, una verdadera princesa.
Habíendose casado con el afamado Chioare,  joven de singular destreza y bella estampa varonil, era hombre de confianza de su cuñado Mayantigo.
No había tenido este matrimonio descendencia y quizás esto hubiera sido el motivo por el cual ambos esposos se pudieron dedicar con una mayor intensidad tanto al ejercicio de las armas y los más rudos deportes, como a la práctica de múltiples obras de caridad y ayuda entre sus hermanos de raza, por lo cual eran muy estimados y queridos entre su pueblo.
Pero la felicidad no podía ser eterna. Un aciago día Chioare caía muerto en un combate contra los enemigos, que venidos de tierras extrañas, pretendían arrebatarles sus idílica paz. Sobre su cadáver, incapaz de contener sus lágrimas, pero con un firme gesto de resolución en su bello rostro, Guayanfanta habíase prometido a sí misma, consagrarse a la defensa de su pueblo y no descasar en la lucha hasta ver alejado para siempre al invasor.Para el tiempo en que se refiere esta historia, la princesa contaba ya alrededor de los treinta y cinco años, hallándose en la plenitud se su vigor físisco y de la animosisdad contra los enemigos de su pueblo.
En uno de los desembarcos efectuados por los españoles por los terminos del cacique Mayantigo, habíase aprestado éste a la defensa. Naturalmente allí estaba Guayanfanta, como un bravo más, en el lugar que otrora ocupara su inolvidable Chioare.
La escaramuza fue dura y violenta. En aquella oportunidad la fortuna volvía sus espaldas a los nativos que se vieron seriamente comprometidos.
Considerandose perdida y dominada por el ardor de la refriega. Guayanfanta apresó a uno de los soldados enemigos, con  todo su vigor, y sujetándole por debajo del brazo, trató de huir con él en volandas hacia un próximo risco, con la idea de lanzarse al abismo en compañía de aquel enemigo para que su muerte  fuera al menos compensada de alguna manera.
Por forutna, los compañeros de ésta se dieron cuenta del rapto, logrando apoderarse de Guayanfanta y arrebatarle la presa. Mas como ella insistiera en su intento de lanzarse al abismo, no encontraron mejor solución que herirla en ambas piernas, para que no pudiera caminar, no contándonos la Historia el tiempo que tardó en reponerse de ello, ni si en lo sucesivo empleara en mejores empresas sus bélicas artes.
 


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario